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CONTENIDOS
II. SOBRE LA CONDUCCIÓN DE LA GUERRA
III. SOBRE EL ATAQUE POR ESTRATAGEMA
IV. SOBRE LAS DISPOSICIONES TACTICAS
VI. SOBRE LA FUERZA Y LA DEBILIDAD
VIII. SOBRE LA VARIACIÓN DE LAS TACTICAS
IX. SOBRE EL EJÉRCITO EN MARCHA
XI. SOBRE LAS NUEVE SITUACIONES
INTRODUCCIÓN
El Arte de la Guerra de Sun Tzu es un tratado milenario sobre estrategia que trasciende el ámbito militar. Este texto clásico, compuesto por principios claros y universales, aborda la importancia de la planificación, el conocimiento del entorno y del adversario, y la capacidad de adaptarse al cambio para lograr el éxito con el mínimo de confrontación.
Escrito en la antigua China durante el período de los Estados Combatientes, El Arte de la Guerra no solo influenció a líderes militares, sino que sigue siendo una fuente de sabiduría aplicada a campos como los negocios, la política y el desarrollo personal. Esta obra invita a reflexionar sobre la inteligencia, la previsión y la eficacia como herramientas clave para vencer obstáculos y lograr objetivos.
Esta traducción al español de El Arte de la Guerra se basa en la versión en inglés de Lionel Giles, un sinólogo destacado cuya interpretación del texto clásico ha sido ampliamente reconocida por su precisión y profundidad académica. He adaptado su versión con el objetivo de preservar la claridad y el significado original de la obra, mientras la hago accesible y comprensible para los lectores hispanohablantes.
La intención es respetar el espíritu del texto original, manteniendo su riqueza filosófica y estratégica, pero ajustándola cuidadosamente al idioma español para que sus ideas resuenen con la misma fuerza en una nueva audiencia.
Para complementar esta traducción, he incluido una serie de ilustraciones minimalistas. Estas imágenes buscan captar la esencia de las enseñanzas de Sun Tzu de manera visual y abstracta. Cada ilustración representa conceptos clave del texto, invitando al lector a reflexionar sobre su significado desde una perspectiva moderna y simbólica
I. SOBRE TRAZAR PLANES
1. Sun Tzu dijo: el arte de la guerra es de vital importancia para el Estado.
2. Es una cuestión de vida o muerte, un camino hacia la seguridad o hacia la ruina. Por lo tanto, es un tema que bajo ningún concepto puede ser descuidado.
3. El arte de la guerra, pues, se rige por cinco factores constantes que deben ser tomados en cuenta al determinar las condiciones en el campo de batalla.
4. Estos son: La Ley Moral, el Cielo, la Tierra, el Comandante, y el método y disciplina[1].
5. La Ley Moral hace que el pueblo esté en completa sintonía con su gobernante, de modo que lo sigan sin temer por sus vidas, imperturbables ante cualquier peligro.
6. El Cielo representa la noche y el día, el frío y el calor, los tiempos y las estaciones.
7. La Tierra comprende las distancias, grandes y pequeñas; el peligro y la seguridad; el campo abierto y los pasos estrechos; las probabilidades de vivir y morir.
8. El Comandante encarna las virtudes de la sabiduría, la sinceridad, la benevolencia, el coraje y el rigor.
9. Por método y disciplina debe entenderse la organización del ejército en subdivisiones apropiadas, los rangos de los oficiales, el mantenimiento de los caminos por los que los suministros pueden llegar al ejército, y el control del gasto militar.
10. Estos cinco factores deben ser conocidos por todo general: aquel que los conozca será victorioso; aquel que no los conozca fracasará.
11. Por lo tanto, al trazar planes, utilízalos como base de comparación de la siguiente manera: (1) ¿Cuál de los dos dirigentes está imbuido de la Ley Moral? (2) ¿Cuál de los dos generales es más hábil? (3) ¿A quién corresponden las ventajas derivadas del Cielo y de la Tierra? (4) ¿En qué lado se aplica la disciplina con mayor rigor? (5) ¿Qué ejército es más fuerte? (6) ¿En qué lado están los oficiales y los soldados mejor entrenados? (7) ¿En qué ejército hay mayor constancia tanto en las recompensas como en los castigos?
12. A través de estas siete consideraciones, puedo prever la victoria o la derrota.
13. El general que escucha mi consejo y actúa según él, conquistará: ¡qué tal persona se mantenga en el mando! El general que ni escucha mi consejo ni actúa según él, será derrotado: ¡qué tal persona sea despedida!
14. Al mismo tiempo que aproveches las recompensas de mi consejo, aprovecha también cualquier circunstancia favorable más allá de las reglas ordinarias.
15. Según sean favorables las circunstancias, uno debe modificar sus planes.
16. Toda guerra se basa en el engaño.
17. Por lo tanto, cuando podamos atacar, debemos aparentar incapacidad; cuando estemos utilizando nuestras tropas, debemos parecer inactivos; cuando estemos cerca, debemos hacer creer al enemigo que estamos lejos; cuando estemos lejos, debemos hacerle creer que estamos cerca.
18. Ofrece cebos para atraer al enemigo. Finge desorden y aplástalo.
19. Si está protegido en todas partes, prepárate para él. Si es de fuerza superior, evítalo.
20. Si tu oponente tiene un temperamento colérico, busca irritarlo. Finge debilidad para que se vuelva arrogante.
21. Si está descansando, no le des reposo. Si sus tropas están unidas, sepáralas.
22. Atácalo donde no esté preparado, aparece donde no te espere.
23. Estos dispositivos militares, que conducen a la victoria, no deben ser divulgados de antemano.
24. El general que gana una batalla realiza muchos cálculos antes de que se libre la batalla. El general que pierde realiza pocos cálculos de antemano. Por lo tanto, hacer muchos cálculos conducen a la victoria, y pocos cálculos, a la derrota: ¡e imagina si no se hace cálculo alguno! Es prestando atención a esto como puedo prever quién tiene las de ganar y quién tiene las de perder.
II. SOBRE LA CONDUCCIÓN DE LA GUERRA
Sun Tzu dijo: En las operaciones de guerra, cuando hay en el campo mil carros ligeros, otros tantos carros pesados y cien mil soldados cubiertos con armaduras, con provisiones suficientes para cubrir mil li[2], el gasto será mayúsculo. Incluyendo la atención a los huéspedes, pequeños artículos como pegamento y pintura, y sumas gastadas en carros y armaduras, alcanzarán las mil onzas de plata por día. Tal es el coste de un ejército de 100,000 hombres.
Si, al entrar en combate, la victoria tarda en llegar, las armas de tus hombres se embotarán y su ardor se apagará. Si asedias una ciudad, agotarás tus fuerzas.
Además, si la campaña se prolonga, los recursos del Estado no serán suficientes.
Cuando tus armas estén embotadas, tu ardor apagado, tus fuerzas agotadas y tu presupuesto gastado, otros caudillos intentarán aprovecharse de tu debilidad. Si esto pasa, ningún hombre, por sabio que sea, podrá evitar las consecuencias de lo que vendrá.
Hemos oído hablar de prisas estúpidas en la guerra, pero nunca se ha visto la astucia asociada con largas demoras.
No hay ningún ejemplo de un país que se haya beneficiado de una guerra prolongada.
Sólo aquel que conoce a fondo los males de la guerra puede entender plenamente el modo provechoso de llevarla a cabo.
El soldado hábil no recluta un segundo contingente, ni recarga sus carros de suministros más de dos veces.
Trae material de guerra desde casa, pero quítale comida a tu enemigo. De este modo, el ejército tendrá suficiente alimento.
La pobreza del erario obliga a mantener un ejército mediante contribuciones a distancia. Mantener un ejército a distancia empobrece al pueblo.
Por otro lado, la proximidad de un ejército hace que los precios suban, y los precios elevados drenan los recursos del pueblo.
Cuando los recursos se agoten, el campesinado se verá afligido por fuertes exacciones.
Con esta pérdida de recursos y el agotamiento de la fuerza, los hogares de la gente serán despojados, y tres décimas partes de sus ingresos serán disipados, mientras que los gastos del gobierno por carros rotos, caballos desgastados, corazas y cascos, arcos y flechas, lanzas y escudos, mantos protectores, bueyes de tiro y carros pesados ascenderán a cuatro décimas partes de sus ingresos totales.
Por eso, un general sabio se asegura de arrebatarle suministros al enemigo. Un carro de provisiones del enemigo equivale a veinte de los propios, y de la misma forma, un solo picul[3] de sus provisiones equivale a veinte de las reservas propias.
Ahora bien, para acabar con el enemigo, nuestros hombres deben montar en cólera; para que haya ventajas al derrotarlo, deben ser recompensados.
Por lo tanto, en el combate de carros, cuando se capturen diez o más, deben ser recompensados quienes hayan capturado los primeros. Nuestras banderas deben sustituir a las del enemigo, y sus carros deben ser utilizados en conjunto con los nuestros. Los soldados capturados deben ser retenidos, pero tratados con amabilidad.
A esto se la llama usar al enemigo conquistado para aumentar la fuerza propia.
Así, que en la guerra tu gran objetivo sea la victoria, no las campañas prolongadas.
Por lo tanto, puede establecerse que el líder del ejército tiene en su mano el destino del pueblo, y es el hombre de quien depende si en la nación reinará la paz o el caos.
III. SOBRE EL ATAQUE POR ESTRATAGEMA
Sun Tzu dijo: En el arte práctico de la guerra, lo mejor es dejar el país del enemigo entero e intacto; destrozarlo y destruirlo no es la opción más idónea. Del mismo modo, es mejor capturar un ejército, regimiento, o destacamento entero que destruirlo.
Por lo tanto, luchar y vencer en todas tus batallas no constituye la excelencia suprema; la excelencia suprema consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar.
Así, la forma ideal de mando consiste en frustrar los planes del enemigo; lo siguiente mejor es evitar la unión de las fuerzas enemigas; después, atacar al ejército enemigo en el campo de batalla; y la peor política de todas es asediar ciudades amuralladas.
No asedies ciudades amuralladas si es posible evitarlo. La preparación de mantos, refugios móviles y diversos utensilios de guerra llevará tres meses enteros, y el apilamiento de montículos contra las murallas, tres meses más.
El general, incapaz de controlar su irritación, lanzará a sus hombres al asalto como enjambres de hormigas, con el resultado de que un tercio de sus hombres serán masacrados mientras la ciudad sigue sin ser tomada. Tales son los desastrosos efectos de un asedio.
Por lo tanto, el líder hábil somete a las tropas enemigas sin necesidad de luchar; captura sus ciudades sin asediarlas; y derroca sus reinos sin largas batallas.
Con sus fuerzas intactas disputará el dominio del Imperio, y así, sin perder un hombre, su triunfo será total. Este es el método de ataque por estratagema.
Es norma en la guerra: si nuestras fuerzas son diez contra una del enemigo, rodearlo; si son cinco contra una, atacarlo; si son el doble, dividir nuestro ejército en dos.
Si estamos igualados en número, podemos ofrecer batalla; si somos ligeramente inferiores, podemos evitar al enemigo; si somos completamente inferiores en todos los aspectos, podemos huir de él.
Por lo tanto, aunque un pequeño ejército pueda luchar con obstinación, al final este será capturado por uno mayor.
El general es el baluarte del Estado; si el baluarte se mantiene firme, el Estado será fuerte; si el baluarte se tambalea, el Estado será débil.
Hay tres formas en las que un gobernante puede llevar a la ruina a su ejército:
(1) Ordenando a sus hombres avanzar o retroceder, ignorando el hecho de que les es imposible obedecer. Esto se llama dejar cojo al ejército.
(2) Intentando gobernar un ejército de la misma manera que administra un reino, ignorando las condiciones que imperan en un ejército. Esto causa inquietud en la mente de los soldados.
(3) Empleando a los oficiales de su ejército de manera imprecisa, por ignorancia del principio militar de adaptación a las circunstancias. Esto socava la confianza de los soldados.
Cuando el ejército esté inquieto y los soldados desconfíen, los problemas seguramente vendrán de otros príncipes feudales. Esto trae la anarquía al ejército y tira por la borda cualquier posibilidad de vencer.
Por lo tanto, podemos saber que hay cinco elementos esenciales para la victoria: (1) Ganará quien sepa cuándo luchar y cuándo no. (2) Ganará quien sepa cómo manejar tanto fuerzas superiores como inferiores. (3) Ganará quien tenga a su ejército regido por un mismo espíritu en todos sus rangos. (4) Ganará quien, estando preparado, espere para tomar al enemigo desprevenido. (5) Ganará quien tenga capacidad militar y no sea limitado por el gobierno.
De ahí el dicho: Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no debes temer el resultado de cien batallas. Si te conoces a ti mismo, pero no al enemigo, por cada victoria obtenida también sufrirás una derrota. Si no te conoces ni a ti mismo ni al enemigo, sucumbirás en cada batalla.
IV. SOBRE LAS DISPOSICIONES TACTICAS
Sun Tzu dijo: Los buenos combatientes de antaño primero evitaban la posibilidad de derrota y luego esperaban una oportunidad para derrotar al enemigo.
Asegurarnos contra la derrota está en nuestras manos, pero la oportunidad de derrotar al enemigo es proporcionada por el propio enemigo.
Por lo tanto, el buen combatiente es capaz de protegerse contra la derrota, pero no puede garantizar derrotar al enemigo.
De ahí el dicho: uno puede saber cómo conquistar sin ser capaz de hacerlo.
Asegurarse contra la derrota implica usar tácticas defensivas; la capacidad para derrotar al enemigo significa tomar la ofensiva.
Mantenerse a la defensiva indica falta de fuerza; atacar, superávit de fuerza.
El general hábil en la defensa se oculta en los recovecos más secretos de la tierra; el que es hábil en el ataque resplandece desde lo más alto del cielo. Así, por un lado, tenemos la capacidad de protegernos; por otro, una victoria completa.
Percibir la victoria solo cuando está a la vista de todos no es la cúspide de la excelencia.
Tampoco es la cúspide de la excelencia luchar y conquistar y que todo todo el Imperio diga: “¡Bien hecho!”.
Levantar un cabello otoñal[4] no es señal de gran fuerza; ver el sol y la luna no es señal de visión aguda; oír el ruido del trueno no es señal de oído rápido.
Lo que los antiguos llamaban un combatiente astuto es aquel que no solo gana, sino que gana con facilidad.
De ahí que sus victorias no le reporten ni reputación por su sabiduría ni crédito por su valor.
El combatiente astuto gana sus batallas por no cometer errores. No cometer errores es lo que asegura la victoria, ya que significa conquistar a un enemigo que ya está derrotado.
Por lo tanto, el luchador hábil se coloca en una posición que hace imposible la derrota y no desaprovecha la oportunidad de derrotar al enemigo.
Así es que, en la guerra, el estratega victorioso solo busca la batalla una vez la victoria haya sido asegurada, mientras que el destinado a la derrota primero lucha y luego busca la victoria.
El líder consumado cultiva la ley moral y se adhiere estrictamente al método y la disciplina; así, mantiene en sus manos el poder de garantizar el éxito.
En cuanto al método militar, tenemos, en primer lugar, la medición; en segundo lugar, la estimación de la cantidad; en tercer lugar, el cálculo; en cuarto lugar, el equilibrio de probabilidades; y en quinto lugar, la victoria.
La medición debe su existencia a la Tierra; la estimación de la cantidad, a la medición; el cálculo, a la estimación de la cantidad; el equilibrio de probabilidades, al cálculo; y la victoria, al equilibrio de probabilidades.
Comparar un ejército victorioso a uno derrotado es como comparar el peso de una roca con el de un grano de arroz.
La irrupción de una fuerza conquistadora es como un torrente de agua que avanza de manera imparable.
V. SOBRE EL USO DE LA ENERGÍA
Sun Tzu dijo: Controlar un gran ejército es igual que controlar a un pequeño grupo: es simplemente una cuestión de dividir sus números.
Luchar con un gran ejército bajo tu mando no es diferente de luchar con uno pequeño: es solo una cuestión de establecer señales y signos.
Para asegurar que toda tu tropa pueda resistir la fuerza del ataque enemigo mientras que se mantiene firme, hay que hacer uso de maniobras convencionales e inusuales.
Que el impacto de tu ejército sea como una piedra contra un huevo se logra estudiando la ciencia de los puntos débiles y fuertes.
En toda batalla, el método convencional puede usarse para entablar combate, pero serán necesarios métodos inusuales para asegurar la victoria.
Las tácticas inusuales, aplicadas eficientemente, son tan inagotables como el Cielo y la Tierra, interminables como el flujo de ríos y arroyos; como el sol y la luna, terminan solo para empezar de nuevo; como las cuatro estaciones, pasan para regresar una vez más.
No hay más de cinco notas musicales, pero las combinaciones de estas cinco producen más melodías de las que se pueden escuchar.
No hay más de cinco colores primarios (azul, amarillo, rojo, blanco y negro), pero en combinación producen más tonos de los que se pueden ver.
No hay más de cinco sabores básicos (ácido, acre, salado, dulce, y amargo), pero sus combinaciones producen una variedad de matices gustativos que supera lo que se puede probar.
En la batalla, no hay más de dos métodos de ataque: el convencional y el inusual; sin embargo, estos dos en combinación generan una serie interminable de maniobras.
Lo convencional y lo inusual se suceden en turnos con un movimiento circular en el que nunca se llega a un final. ¿Quién puede agotar las posibilidades de tal combinación?
La acometida de las tropas es como el ímpetu de un torrente que incluso arrastra piedras a su paso.
La calidad de la decisión se asemeja al vuelo preciso de un halcón, que le permite cazar a su presa.
Por lo tanto, el buen combatiente será terrible en su acometida y rápido en su decisión.
La energía puede compararse con el acto de tensionar un arco; la decisión, con el momento de soltar el gatillo.
En medio del tumulto y el caos de la batalla, puede parecer que hay desorden y, sin embargo, no lo habrá; en medio de la confusión, tu formación puede parecer no tener pies ni cabeza, pero estará protegida de la derrota.
El desorden simulado presupone una disciplina perfecta; el miedo simulado presupone coraje; la debilidad simulada presupone fuerza.
Ocultar el orden bajo el manto del desorden es simplemente una cuestión de subdivisión; ocultar el coraje bajo una apariencia de timidez presupone una reserva de energía latente; enmascarar la fuerza con debilidad se logra mediante el uso de disposiciones tácticas.
Así, aquel que es hábil en mantener al enemigo en movimiento trata de engañar con sus apariencias, según las cuales actuará el enemigo. El sabio sacrifica algo para que el enemigo se lo arrebate.
Al ofrecer cebos, se mantiene al enemigo en marcha; luego, con un cuerpo de hombres escogidos, se lleva a cabo una emboscada.
El combatiente astuto se enfoca en el efecto de la energía combinada y no exige demasiado de los individuos. Por ello, tiene la habilidad de elegir a los hombres adecuados y utilizar la energía combinada.
Cuando utiliza la energía combinada, sus combatientes se asemejan a troncos o piedras que ruedan. Los troncos y las piedras permanecen inmóviles en terreno llano, pero ruedan en una pendiente.
Así, la energía desarrollada por buenos combatientes es como el ímpetu de una piedra que rueda por una montaña de miles de metros de altura. Hasta aquí el estudio de la energía.
VI. SOBRE LA FUERZA Y LA DEBILIDAD
Sun Tzu dijo: El que llegue primero al campo de batalla y espere al enemigo, estará fresco para el combate; quien sea segundo y deba apresurarse para la batalla, llegará exhausto.
Por lo tanto, el combatiente astuto impone su voluntad al enemigo y no permite que la voluntad del enemigo se imponga sobre él.
Al ofrecer ventajas al enemigo, puede hacer que se acerque por cuenta propia; o, al infligir daño, puede hacer imposible que el enemigo se acerque.
Si el enemigo está descansando, puedes hostigarlo; si está bien abastecido de alimentos, puedes hacerlo pasar hambre; si está acampado tranquilamente, puedes forzarlo a moverse.
Aparece en puntos que el enemigo deba apresurarse a defender; marcha rápidamente hacia lugares donde no se te espere.
Un ejército puede marchar grandes distancias sin fatigarse si marcha por territorios en los que el enemigo no está presente.
Puedes estar seguro de tener éxito en tus ataques si solo atacas lugares que no están defendidos. Puedes garantizar la seguridad de tu defensa si solo ocupas posiciones que no pueden ser atacadas.
Si cuando el general ataca, el enemigo no sabe que defender, él es hábil. Si cuando defiende, el enemigo no sabe que atacar, también lo es.
¡Oh divina arte de la sutileza y el sigilo! A través de ti aprendemos a ser invisibles e inaudibles; y así podemos sostener el destino del enemigo en nuestras manos.
Puedes avanzar y ser absolutamente incontenible si te diriges a los puntos débiles del enemigo; puedes retirarte y estar a salvo de la persecución si tus movimientos son más rápidos que los del enemigo.
Si deseamos luchar, podemos forzar al enemigo a un enfrentamiento incluso si está protegido detrás de una alta muralla y un profundo foso. Todo lo que necesitamos hacer es atacar otro lugar que esté obligado a socorrer.
Si no deseamos luchar, podemos evitar que el enemigo nos enfrente incluso si las líneas de nuestro campamento están simplemente trazadas en el suelo. Todo lo que necesitamos hacer es colocar algo extraño e inexplicable en su camino.
Si descubrimos los planes del enemigo y permanecemos invisibles, podremos mantener nuestras fuerzas concentradas, mientras que las del enemigo deberán dividirse.
Podemos formar un solo cuerpo unido, mientras que el enemigo debe dividirse en fracciones. Si esto ocurre, habrá un todo enfrentado contra partes separadas de un todo, lo que significa que seremos muchos contra unos pocos enemigos.
Y si somos capaces de atacar con una fuerza superior a una inferior, nuestros oponentes estarán en graves aprietos.
El lugar donde tenemos intención de luchar no debe darse a conocer; pues de esta forma el enemigo deberá prepararse contra posibles ataques en varios puntos; y sus fuerzas, distribuidas en muchas direcciones, serán proporcionalmente pocas en cualquier punto dado.
Si el enemigo refuerza su vanguardia, debilitará su retaguardia; si refuerza su retaguardia, debilitará su vanguardia; si refuerza su ala izquierda, debilitará su ala derecha; si refuerza su ala derecha, debilitará su ala izquierda. Si envía refuerzos a todas partes, en todas partes será débil.
La debilidad numérica viene a cause de tener que prepararse contra posibles ataques; la fuerza numérica, de obligar a nuestro adversario a realizar estos preparativos contra nosotros.
Sabiendo el lugar y el momento de la batalla, podemos concentrarnos desde las mayores distancias para luchar.
Pero si ni el lugar ni el momento son conocidos, entonces el ala izquierda será impotente para socorrer a la derecha, la derecha igualmente impotente para socorrer a la izquierda, la vanguardia incapaz de ayudar a la retaguardia, o la retaguardia de apoyar a la vanguardia. Cuánto más si las partes más alejadas del ejército están a más de cien li de distancia, y las más cercanas están separadas por varios li.
Aunque según mi estimación los soldados de Yueh[5] superen a los nuestros en número, eso no les dará ventaja alguna en la victoria. Establezco entonces que la victoria puede lograrse.
Aunque el enemigo sea superior en número, podemos impedirle que luche. Diseña estrategias para descubrir sus planes y la probabilidad de su éxito.
Provoca a tu enemigo y aprende por qué está activo o inactivo. Oblígalo a revelarse, para descubrir sus puntos vulnerables.
Compara cuidadosamente al ejército enemigo con el tuyo, para saber dónde abunda tu fuerza y dónde es deficiente.
Al hacer disposiciones tácticas, el mayor nivel que puedes alcanzar es ocultarlas; oculta tus disposiciones, y estarás a salvo de los espías más astutos y de las maquinaciones de las mentes más sabias.
¿Cómo puede la victoria lograrse a partir de las propias tácticas del enemigo? Esto es algo que la multitud no puede comprender.
Todo el mundo puede ver las tácticas con las que conquisto, pero lo que ninguno puede ver es la estrategia de la que surge la victoria.
No repitas las tácticas que te hayan dado una victoria; deja que tus métodos se regulen por la infinita variedad de las circunstancias.
Las tácticas militares son como el agua; porque el agua en su curso natural huye de los lugares altos y se apresura hacia los bajos.
Así, en la guerra, hay que evitar lo que es fuerte y golpear lo que es débil.
El agua modela su curso según la naturaleza del terreno sobre el que fluye; el soldado elabora su victoria en relación con el enemigo al que se enfrenta.
Por tanto, al igual que el agua no conserva una forma constante, en la guerra no hay condiciones constantes.
Aquel que pueda modificar su táctica en base a lo que haga su oponente y así lograr la victoria, podrá ser considerado un capitán venido del cielo.
Los cinco elementos (agua, fuego, madera, metal, y tierra) no siempre predominan por igual; las cuatro estaciones se suceden unas a otras. Hay días cortos y largos; la luna tiene sus períodos menguantes y crecientes.
VII. SOBRE LAS MANIOBRAS
Sun Tzu dijo: En la guerra, el general recibe sus órdenes del soberano.
Una vez reunido el ejército y concentradas las fuerzas, el general debe mezclar y armonizar los diferentes elementos antes de establecer su campamento.
Después de esto, vienen las maniobras tácticas, que no tienen igual en dificultad. La complejidad de las maniobras tácticas radica en convertir lo tortuoso en directo y la desgracia en beneficio.
Así, tomar un camino largo y sinuoso tras atraer al enemigo fuera del suyo, y aunque se empiece después que él, llegar primero al objetivo demuestra conocimiento del artificio de la desviación.
Maniobrar con un ejército es ventajoso; hacerlo con una multitud indisciplinada es de lo más peligroso.
Si envías a un ejército completamente equipado a aprovechar una ventaja, es probable que llegues demasiado tarde. Por otro lado, enviar una columna ligera para tal propósito implica sacrificar sus suministros y equipaje.
Así, si ordenas a tus hombres despojarse de sus abrigos y realizar marchas forzadas sin descanso, día y noche, cubriendo el doble de la distancia habitual y avanzando cien li para obtener una ventaja, los líderes de las tres divisiones caerán en manos del enemigo.
Los hombres más fuertes estarán al frente, los agotados quedarán atrás, y de esta forma solo una décima parte del ejército llegará a su destino.
Si marchas cincuenta li para superar al enemigo, perderás al líder de tu primera división y solo la mitad de tus fuerzas alcanzará el objetivo.
Si marchas treinta li con el mismo propósito, llegarán dos tercios de tu ejército.
Podemos asumir, entonces, que un ejército sin su tren de bagajes está perdido; sin provisiones, está perdido; sin bases de suministro, está perdido.
No podemos entrar en alianzas sin conocer los planes de nuestros vecinos.
No seremos aptos para liderar un ejército en marcha si no conocemos el terreno: sus montañas y bosques, sus trampas y precipicios, sus pantanos y ciénagas.
No podremos aprovechar las ventajas naturales si no hacemos uso de guías locales.
En la guerra, sé disimulado y tendrás éxito.
La decisión de concentrar o dividir las tropas depende de las circunstancias.
Que tu rapidez sea la del viento, y tu solidez la del bosque.
Ataca como el fuego y sé inmóvil como una montaña.
Que tus planes sean oscuros e impenetrables como la noche y, cuando te muevas, caigan como un rayo.
Cuando saquees una región, reparte el botín entre tus hombres; cuando captures un nuevo territorio, divídelo en lotes para beneficio de los soldados.
Reflexiona y delibera antes de actuar.
Conquistará aquel que haya aprendido el artificio de la desviación. Así es el arte de las maniobras.
El Libro de la Gestión del Ejército dice: En el campo de batalla, la palabra hablada no llega lo suficientemente lejos; de ahí el uso de tambores y gongs. Tampoco los objetos ordinarios son lo suficientemente visibles; de ahí el uso de banderas y estandartes.
Los gongs, los tambores, las banderas y los estandartes son medios usados para enfocar los oídos y los ojos del ejército en un punto específico.
Así, el ejército se convierte en un cuerpo unido, lo que hace imposible que los valientes avancen solos o que los cobardes se retiren por su cuenta. Este es el arte de manejar grandes masas de hombres.
En los combates nocturnos, usa mucho las hogueras y tambores; en los combates diurnos, usa las banderas y estandartes para influir en los oídos y ojos de tu ejército.
Un ejército entero puede ser despojado de su espíritu; un comandante puede ser privado de su claridad mental.
El espíritu de un soldado está en su nivel más alto por la mañana; al mediodía comienza a decaer, y por la noche su mente solo piensa en regresar al campamento.
Un general astuto evita al enemigo cuando su espíritu está elevado, pero lo ataca cuando está apático y dispuesto a regresar a casa. Este es el arte de estudiar los estados de ánimo.
Disciplinado y tranquilo, espera a que el desorden y el caos aparezcan en el campamento enemigo: este es el arte de conservar la serenidad.
Estar cerca del objetivo mientras el enemigo aún está lejos, esperar con calma mientras el enemigo se esfuerza y lucha, y estar bien alimentado mientras el enemigo está hambriento: este es el arte de conservar la fuerza.
Abstente de interceptar a un enemigo cuyas banderas estén perfectamente ordenadas; y abstente de atacar a un ejército dispuesto en calma y con confianza: este es el arte de estudiar las circunstancias.
Es un axioma militar no avanzar cuesta arriba contra el enemigo ni enfrentarlo cuando desciende.
No persigas a un enemigo que simula huir; no ataques a soldados que tengan el ánimo elevado.
No te tragues el cebo ofrecido por el enemigo. No interfieras con un ejército que regresa a casa.
Cuando rodees un ejército, deja una salida libre. No presiones demasiado a un enemigo desesperado.
Tal es el arte de la guerra.
VIII. SOBRE LA VARIACIÓN DE LAS TACTICAS
Sun Tzu dijo: En la guerra, el general recibe sus órdenes del soberano, reúne su ejército y concentra sus fuerzas.
En terreno difícil, no acampes. En territorio donde se cruzan caminos principales, únete a tus aliados. No permanezcas en posiciones peligrosamente aisladas. En situaciones cercadas, recurre a la estratagema. En posiciones desesperadas, debes luchar.
Hay caminos que no deben seguirse, ejércitos que no deben atacarse, ciudades que no deben ser sitiadas, posiciones que no deben disputarse, y órdenes del soberano que no deben obedecerse.
El general que comprende profundamente las ventajas proporcionadas por variar sus tácticas sabe cómo manejar a sus tropas.
El general que no comprende esto, aunque conozca bien la configuración del terreno, no podrá convertir ese conocimiento en una ventaja práctica.
Por lo tanto, el estudiante de la guerra que no esté versado en el arte de variar sus planes, aunque conozca las Cinco Ventajas, no logrará sacar el mejor provecho de sus hombres.
Por esto, en los planes de un líder sabio, se deben considerar tanto las ventajas como las desventajas.
Si nuestras expectativas de ventaja se consideran de esta manera, podremos llevar a cabo lo esencial de nuestros planes.
Asimismo, si cuando encontremos dificultades estamos siempre dispuestos a aprovechar una ventaja, podremos librarnos de la desgracia.
Agota a los jefes hostiles infligiéndoles daño; crea problemas para ellos, mantenlos constantemente ocupados; ofréceles señuelos engañosos y haz que corran hacia cualquier punto que elijas.
El arte de la guerra nos enseña a no confiar en la probabilidad de que el enemigo no venga, sino en nuestra propia preparación para recibirlo; no en la posibilidad de que no ataque, sino en el hecho de que hayamos hecho nuestra posición inexpugnable.
Hay cinco peligrosos defectos que pueden afectar a un general: (1) La temeridad, que conduce a la destrucción; (2) la cobardía, que lleva a la captura; (3) un temperamento impulsivo, que puede ser provocado por insultos; (4) una delicadeza en el honor, que es sensible a la vergüenza; (5) un exceso de preocupación por sus hombres, que lo expone a inquietudes y problemas.
Estos son los cinco pecados que asedian a un general y que son ruinosos para la gestión de la guerra.
Cuando un ejército es derrotado y su líder es asesinado, la causa seguramente será uno de estos cinco defectos. Que sean motivo de reflexión.
IX. SOBRE EL EJÉRCITO EN MARCHA
Sun Tzu dijo: Ahora abordamos la cuestión de acampar con el ejército y observar las señales del enemigo. Cruza rápidamente las montañas y mantente cerca de los valles.
Acampa en lugares altos, de cara al sol. No subas alturas para combatir. Hasta aquí lo que respecta a la guerra de montaña.
Después de cruzar un río, aléjate de él rápidamente.
Si una fuerza invasora cruza un río durante su avance, no te apresures a enfrentarlo en mitad del cauce. Es mejor dejar que cruce la mitad del ejército y entonces atacar.
Si estás ansioso por luchar, no vayas a encontrarte con el invasor cerca de un río que deba cruzar.
Amarra tus embarcaciones río arriba, de cara al sol. No te muevas río arriba para encontrarte con el enemigo. Hasta aquí lo que respecta a la guerra fluvial.
Al cruzar marismas salinas, tu única preocupación debe ser atravesarlas rápidamente, sin demoras.
Si te ves obligado a luchar en una marisma salina, ten agua y pasto cerca de ti y ponte de espaldas a un grupo de árboles. Hasta aquí lo que respecta a operaciones en marismas.
En terreno seco y llano, elige una posición fácilmente accesible con elevaciones a tu derecha y en tu retaguardia, para que el peligro esté al frente y la seguridad detrás. Hasta aquí lo que respecta a la campaña en terreno llano.
Estas son las cuatro ramas útiles del conocimiento militar que permitieron al Emperador Amarillo[6] derrotar a cuatro soberanos distintos.
Todos los ejércitos prefieren los terrenos altos a los bajos y los lugares soleados a los oscuros.
Si cuidas a tus hombres y acampas en terreno sólido, el ejército estará libre de enfermedades de todo tipo, y esto traerá la victoria.
Al llegar a una colina o banco, ocupa el lado soleado, con la pendiente en tu retaguardia derecha. Así beneficiarás a tus soldados y aprovecharás las ventajas naturales del terreno.
Si, debido a lluvias intensas aguas arriba, un río que deseas vadear está crecido, debes esperar hasta que baje su nivel.
Los terrenos en los que hay acantilados escarpados con torrentes corriendo entre ellos, huecos naturales profundos, lugares confinados, matorrales enredados, ciénagas y grietas deben evitarse lo más rápido posible y, si es posible, no hay que acercarse a ellos.
A la vez que evitamos estos lugares, debemos hacer que el enemigo se acerque a ellos; mientras los enfrentamos, debemos dejar estos sitios en la retaguardia del enemigo.
Si cerca de tu campamento hay colinas, estanques rodeados de hierba acuática, depresiones llenas de juncos o bosques con maleza densa, estos sitios deben ser explorados cuidadosamente, pues son lugares donde podrían esconderse emboscadas o espías.
Cuando el enemigo está cerca y permanece tranquilo, es porque confía en la fortaleza natural de su posición.
Cuando se mantiene alejado y trata de provocar una batalla, es porque desea que la otra parte avance.
Si su campamento es fácil de acceder, está tendiendo una trampa.
El movimiento entre los árboles de un bosque indica que el enemigo avanza. La aparición de pantallas entre la hierba densa sugiere que quiere hacernos sospechar.
Si las aves levantan el vuelo de un momento a otro es que hay una emboscada. Asimismo, los animales asustados señalan un ataque repentino.
Las nubes de polvo altas y densas indican el avance de carros de guerra. El polvo bajo y extendido sugiere el acercamiento de la infantería. Si el polvo se dispersa en varias direcciones, significa que el enemigo recolecta leña. Las nubes pequeñas de polvo que van y vienen señalan que el ejército está acampando.
Las palabras humildes sumadas al aumento de preparativos indican que el enemigo está por avanzar. El lenguaje violento y el avanzar como si fuera al ataque son señales de que se retirará.
Cuando los carros ligeros se posicionan en los flancos, el enemigo está formando para la batalla.
Las propuestas de paz no acompañadas de un juramento indican un complot.
Cuando veas mucho movimiento y a los soldados alineándose, significa que el momento crítico ha llegado.
Cuando algunos avanzan y otros retroceden, es un señuelo.
Los soldados que se apoyan en sus lanzas están débiles por falta de comida.
Si los enviados a buscar agua beben primero, el ejército sufre de sed.
Si el enemigo ve una ventaja, pero no la aprovecha, significa que los soldados están exhaustos.
Si las aves se reúnen en un lugar, está desocupado. El ruido nocturno indica nerviosismo.
Los disturbios en el campamento reflejan que la autoridad del general es débil. Los cambios en las banderas y estandartes muestran sedición. Si los oficiales están enfadados, esto indica que los soldados están cansados.
Alimentar a los caballos con grano y sacrificar ganado indica que el enemigo está preparado para luchar hasta la muerte.
Ver a los hombres cuchicheando en pequeños grupos indica descontento.
Las recompensas demasiado frecuentes reflejan que los recursos se agotan; la imposición de muchos castigos refleja desesperación.
Comenzar con bravuconadas y luego temer el número de enemigos muestra una falta extrema de inteligencia.
El envío de emisarios con cumplidos indica un deseo de tregua.
Si las tropas enemigas marchan furiosas y permanecen frente a las nuestras sin atacar ni retirarse, la situación exige gran vigilancia.
Es suficiente con que nuestras tropas sean iguales en número al enemigo. En este caso, so se debe atacar directamente, sino concentrar toda nuestra fuerza disponible, vigilar de cerca y buscar refuerzos.
Quien no prevea, pero subestime al enemigo, seguramente será capturado.
Castigar a los soldados antes de ganarte su lealtad los hará desobedientes; si no son castigados después de ganarte su lealtad, también serán inútiles.
Por ello, los soldados deben ser inicialmente tratados con humanidad, pero controlados con disciplina férrea. Este es el camino seguro a la victoria.
Si en el entrenamiento las órdenes se cumplen siempre, el ejército será disciplinado; de lo contrario, no lo será.
Si un general muestra confianza en sus hombres pero insiste en que se obedezcan sus órdenes, el beneficio será mutuo.
X. SOBRE EL TERRENO
Sun Tzu dijo: Podemos distinguir seis tipos de terreno, a saber: (1) Terreno accesible; (2) terreno enredoso; (3) terreno neutro; (4) pasos estrechos; (5) alturas escarpadas; (6) posiciones a gran distancia del enemigo.
El terreno que puede ser atravesado libremente por ambos bandos se llama accesible.
En este tipo de terreno, adelántate al enemigo ocupando los lugares elevados y soleados, y protege cuidadosamente tu línea de suministros. Entonces podrás luchar con ventaja.
El terreno que puede ser abandonado, pero es difícil de volver a ocupar, se llama enredoso.
Desde una posición de este tipo, si el enemigo está desprevenido, puedes salir y derrotarlo. Pero si el enemigo está preparado para tu llegada y no logras vencerlo, entonces, al no ser posible regresar, el desastre será inevitable.
Cuando la posición es tal que ninguno de los bandos obtendrá ventaja al hacer el primer movimiento, se llama terreno neutro.
En una posición de este tipo, aunque el enemigo ofrezca un cebo atractivo, será aconsejable no avanzar, sino más bien retroceder, atrayendo al enemigo a su vez. Luego, cuando parte de su ejército haya salido, podremos atacar con ventaja.
En cuanto a los pasos estrechos, si puedes ocuparlos primero, guarnécelos con fuerza y espera la llegada del enemigo.
Si el ejército enemigo se te adelanta en la ocupación de un paso, no lo persigas si el paso está totalmente protegido, pero hazlo si está débilmente defendido.
Con respecto a las alturas escarpadas, si llegas antes que tu adversario, ocupa los lugares elevados y soleados, y espera allí a que él suba.
Si el enemigo las ha ocupado antes que tú, no lo sigas. En cambio, retrocede e intenta atraerlo hacia otro lugar.
Si estás situado a gran distancia del enemigo, y la fuerza de los dos ejércitos es igual, no es fácil provocar una batalla, y luchar será una desventaja para ti.
Estos son los seis principios relacionados con el terreno. El general que ocupa un puesto de responsabilidad debe estudiarlos con detenimiento.
Ahora bien, un ejército puede enfrentarse a seis calamidades que no se deben a causas naturales, sino a errores del general. Estas son:(1) La huida; (2) la insubordinación; (3) el colapso; (4) la ruina; (5) la desorganización; (6) la desbandada.
En igualdad de condiciones, si una fuerza se enfrenta a otra diez veces mayor, el resultado será la huida de la primera.
Cuando los soldados rasos son demasiado fuertes y sus oficiales demasiado débiles, el resultado es la insubordinación. Cuando los oficiales son demasiado fuertes y los soldados rasos demasiado débiles, el resultado es el colapso.
Cuando los altos mandos están enfadados e insubordinados, y al encontrarse con el enemigo luchan por su cuenta por resentimiento, antes de que el comandante pueda determinar si están en posición de luchar, el resultado es la ruina.
Cuando el general es débil y carece de autoridad; cuando sus órdenes no son claras ni precisas; cuando no se asignan tareas claras a los oficiales y soldados, y las filas se forman de manera desordenada y aleatoria, el resultado es una desorganización total.
Cuando un general, incapaz de estimar la fuerza del enemigo, permite que una fuerza inferior ataque a una mayor, o manda un destacamento débil a combatir contra uno poderoso, y no elige bien a los soldados colocados en la vanguardia, el resultado será la desbandada.
Estas son seis formas de atraer la derrota, y deben ser cuidadosamente observadas por el general que ocupe un puesto de responsabilidad.
La formación natural del terreno es el mejor aliado del soldado; pero la capacidad de evaluar al adversario, de controlar las fuerzas de la victoria y de calcular con astucia las dificultades, los peligros y las distancias constituye la prueba de un gran general.
Aquel que conoce estas cosas y, al luchar, pone en práctica su conocimiento, ganará sus batallas. Quien no las conoce ni las practica, indudablemente será derrotado.
Si estás seguro de que luchar resultará en victoria, entonces debes luchar, aunque el gobernante lo prohíba; si luchar no resultará en victoria, entonces no debes luchar, incluso si el gobernante lo ordena.
El general que avanza sin codiciar la fama y retrocede sin temer la deshonra, y cuyo único pensamiento es proteger su país y servir bien a su soberano, es la joya del reino.
Trata a tus soldados como a tus niños, y te seguirán hasta los valles más profundos; míralos como a tus amados hijos, y estarán contigo hasta la muerte.
Si eres indulgente pero incapaz de imponer tu autoridad; bondadoso, pero incapaz de hacer cumplir tus órdenes; e incapaz, además, de sofocar el desorden: entonces tus soldados serán como niños mimados; inútiles para cualquier propósito práctico.
Si sabemos que nuestros hombres están en condiciones de atacar, pero ignoramos que el enemigo no está abierto al ataque, sólo hemos recorrido la mitad del camino hacia la victoria.
Si sabemos que el enemigo está abierto al ataque, pero ignoramos que nuestros hombres no están en condiciones de atacar, sólo hemos recorrido la mitad del camino hacia la victoria.
Si sabemos que el enemigo está abierto al ataque y también sabemos que nuestros hombres están en condiciones de atacar, pero ignoramos que la naturaleza del terreno hace que luchar sea difícil, sólo hemos recorrido la mitad del camino hacia la victoria.
El soldado experimentado, una vez en marcha, nunca se encuentra confuso; una vez que ha desmontado el campamento, nunca está perdido.
De ahí el dicho: Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, tu victoria no estará en duda; si conoces el Cielo y conoces la Tierra, podrás salir victorioso.
XI. SOBRE LAS NUEVE SITUACIONES
Sun Tzu dijo: El arte de la guerra reconoce nueve tipos de terreno:(1) Terreno de dispersión; (2) terreno fácil; (3) terreno disputado; (4) terreno abierto; (5) terreno de intersección de caminos; (6) terreno serio; (7) terreno difícil; (8) terreno cercado; (9) terreno mortal.
Cuando un caudillo lucha en su propio territorio, se trata de terreno de dispersión.
Cuando ha penetrado en territorio hostil, pero no a gran profundidad, es terreno fácil.
El terreno cuya posesión implica una gran ventaja para cualquiera de los bandos es terreno disputado.
El terreno donde ambas partes tienen libertad de movimiento es terreno abierto.
El terreno que conecta tres estados contiguos, de manera que quien lo ocupe primero tendrá gran parte del Imperio bajo su control, es terreno de intersección de caminos.
Cuando un ejército ha penetrado en el corazón de un país hostil, dejando atrás varias ciudades fortificadas, es terreno serio.
Los bosques montañosos, los acantilados escarpados, los pantanos y ciénagas —todo lugar de difícil tránsito— son terreno difícil.
El terreno al que se llega a través de desfiladeros estrechos y del que solo se puede salir por senderos tortuosos, de manera que un pequeño contingente enemigo sería suficiente para aplastar a una gran fuerza nuestra, es terreno cercado.
El terreno donde solo podemos salvarnos de la destrucción luchando sin demora es terreno mortal.
Por lo tanto, en terreno de dispersión, no luches. En terreno fácil, no te detengas. En terreno disputado, no ataques.
En terreno abierto, no intentes bloquear el camino al enemigo. En terreno de intersección de caminos, únete a tus aliados.
En terreno serio, reúne el botín. En terreno difícil, avanza continuamente.
En terreno cercado, recurre a la estratagema. En terreno desesperado, lucha.
Aquellos que antaño fueron llamados líderes hábiles sabían cómo separar el frente del enemigo de su retaguardia; impedir la cooperación entre sus divisiones grandes y pequeñas; y evitar que las tropas de alto nivel rescataran a las menos capacitadas y que los oficiales reunieran a sus hombres.
Cuando las tropas del enemigo estaban unidas, lograban mantenerlas en desorden.
Cuando les convenía, avanzaban; de lo contrario, permanecían inmóviles.
Si se me preguntara cómo enfrentar a un gran ejército enemigo en ordenada formación y a punto de marchar al ataque, diría: “Comienza por apoderarte de algo que el oponente aprecie; entonces será dócil a tu voluntad”.
La rapidez es la esencia de la guerra: aprovecha la falta de preparación del enemigo, avanza por rutas inesperadas y ataca puntos desprotegidos.
Los siguientes son principios que debe observar una fuerza invasora: Cuanto más profundamente penetres en un país, mayor será la fuerza de tus tropas, y así los defensores no prevalecerán contra ti.
Haz incursiones en tierras fértiles para abastecer a tu ejército de alimentos.
Estudia cuidadosamente el bienestar de tus hombres y no los sobrecargues. Concéntrate en conservar tu energía y fuerza. Mantén a tu ejército en constante movimiento y diseña planes indescifrables.
Coloca a tus soldados en posiciones de las que no puedan escapar, y preferirán la muerte antes que huir. Si están dispuestos a enfrentarse a la muerte, no habrá nada que no puedan lograr. Oficiales y soldados por igual darán su máximo esfuerzo.
En situaciones desesperadas, los soldados pierden el sentido del miedo. Si no tienen refugio, se mantendrán firmes. Si están en territorio hostil, ofrecerán una resistencia obstinada. Si no hay alternativa, lucharán con ferocidad.
Así, sin necesidad de ser formados, los soldados estarán siempre alerta; sin necesidad de órdenes, cumplirán tu voluntad; sin restricciones, serán leales; sin mandatos explícitos, se les podrá confiar.
Prohíbe los augurios y elimina las supersticiones. Entonces, hasta que llegue la muerte, no habrá calamidad que temer.
Si nuestros soldados no están cargados de dinero, no es porque desprecien las riquezas; si sus vidas no son excesivamente largas, no es porque no deseen longevidad.
El día que se les ordene salir a la batalla, tus soldados llorarán, los que estén sentados mojarán sus ropas y los que estén tumbados dejarán que las lágrimas corran por sus mejillas. Pero una vez arrinconados, mostrarán el valor de un Chu[7] o un Kuei[8].
El táctico hábil puede compararse al shuai-jan. Este es un tipo de serpiente encontrada en las montañas Ch’ung. Si golpeas su cabeza, te atacará con su cola; si golpeas su cola, te atacará con su cabeza; si golpeas su centro, te atacará tanto con la cabeza como la cola.
Si me preguntasen si un ejército puede imitar al shuai-jan, respondería que sí. Los hombres de Wu[9] y los de Yueh son enemigos; sin embargo, si cruzan un río en el mismo bote y los sorprende una tormenta, se ayudarán entre sí como lo hace la mano izquierda con la derecha.
No basta con atar caballos y enterrar ruedas de carros en el suelo.
El principio para liderar un ejército es establecer un estándar de valor al que todos deban aspirar.
¿Cómo sacar lo mejor de los fuertes y de los débiles? Esa es una cuestión que requiere conocer el uso adecuado del terreno.
El general hábil dirige su ejército como si estuviera conduciendo a un solo hombre.
Es tarea del general ser tranquilo para garantizar el sigilo; y ser recto y justo para mantener el orden.
El general debe ser capaz de desconcertar a sus oficiales y hombres con falsos informes y apariencias, manteniéndolos en total ignorancia.
Al alterar sus disposiciones y cambiar sus planes, el general priva al enemigo de saber cualquier cosa a ciencia cierta. Al mover su campamento y tomar rutas indirectas, evita que el enemigo anticipe su propósito.
Cuando llega el momento crítico, el líder de un ejército actúa como alguien que ha subido a una altura y luego ha retirado la escalera detrás de él. El comandante lleva a sus hombres profundamente en territorio enemigo antes de mostrar sus cartas.
El líder quema sus barcos y rompe sus ollas; como un pastor que dirige una manada de ovejas, lleva a sus hombres de un lado a otro, y nadie sabe hacia dónde se dirige.
Reunir a su ejército y ponerlo en peligro: esto puede considerarse como el trabajo del general.
Las diferentes medidas adecuadas para los nueve tipos de terreno; la conveniencia de las tácticas agresivas o defensivas; y las leyes fundamentales de la naturaleza humana son aspectos que indudablemente deben ser estudiados.
Al invadir territorio enemigo, el principio general es que penetrar profundamente trae cohesión, pero penetrar solo un poco significa dispersión.
Cuando dejas atrás tu propio país y atraviesas territorio vecino, te encuentras en terreno crítico. Cuando hay medios de comunicación a tu alrededor, el terreno es de intersección de caminos.
Cuando penetras profundamente en un país, es terreno serio. Cuando penetras solo un poco, es terreno fácil.
Cuando tienes los puntos fuertes del enemigo a tu espalda, y pasajes estrechos delante, es terreno cercado. Cuando no hay lugar de refugio, es terreno mortal.
Por lo tanto, en terreno de dispersión, inculcaría a mis hombres un espíritu de unidad de propósito. En terreno fácil, me aseguraría de que haya una conexión cercana entre todas las partes de mi ejército.
En terreno disputado, apresuraría mi retaguardia.
En terreno abierto, mantendría una vigilancia constante sobre mis defensas. En terreno de intersección de caminos, consolidaría mis alianzas.
En terreno serio, intentaría asegurar un flujo continuo de suministros. En terreno difícil, seguiría avanzando por el camino.
En terreno cercado, bloquearía cualquier vía de retirada. En terreno mortal, proclamaría a mis soldados la imposibilidad de salvar sus vidas.
El soldado está dispuesto por naturaleza a ofrecer una resistencia obstinada cuando está rodeado, a luchar con fiereza cuando esto no se puede evitar, y a obedecer rápidamente cuando está en peligro.
No podremos aliarnos con príncipes vecinos hasta que conozcamos sus intenciones. No estaremos en condiciones de dirigir un ejército en marcha a menos que estemos familiarizados con el país: sus montañas y bosques, sus peligros y acantilados, sus pantanos y ciénagas. No seremos capaces de aprovechar las ventajas naturales a menos que utilicemos guías locales.
No es adecuado para un príncipe guerrero ignorar uno de los siguientes cuatro o cinco principios.
Cuando un príncipe guerrero ataca a un estado poderoso, su destreza estratégica se manifiesta impidiendo la concentración de las fuerzas enemigas. El príncipe intimida a sus oponentes, y sus aliados se ven incapaces de unirse contra él.
Por lo tanto, no se esfuerza por aliarse con cualquiera, ni fomenta el poder de otros estados. Lleva a cabo sus propios planes secretos, manteniendo a sus antagonistas en vilo. Así, es capaz de capturar sus ciudades y derrocar sus reinos.
Otorga recompensas sin tener en cuenta las reglas, emite órdenes sin seguir los acuerdos previos, y serás capaz de manejar todo un ejército como si de un solo hombre se tratara.
Enfrenta a tus soldados con el hecho en sí; nunca dejes que sepan tu plan. Cuando el panorama sea prometedor, muéstraselo ante sus ojos; pero no les digas nada cuando la situación sea sombría.
Coloca a tu ejército en peligro mortal, y sobrevivirá; lánzalo a situaciones desesperadas, y saldrá de ellas con seguridad.
Es precisamente cuando un ejército ha caído en desgracia que es capaz de asestar un golpe y conseguir la victoria.
El éxito en la guerra se gana adaptándose cuidadosamente al propósito del enemigo.
Persistiendo en flanquear al enemigo, lograremos eventualmente matar al comandante jefe.
A esto se le llama habilidad para lograr algo por pura astucia.
El día que tomes el mando, bloquea los pasos fronterizos, destruye los registros oficiales y detén el paso de todos los emisarios.
Sé firme en la cámara del consejo, para poder controlar la situación.
Si el enemigo deja una puerta abierta, debes apresurarte a entrar.
Adelántate a tu oponente apoderándote de lo que él valora, y planea sutilmente su llegada al terreno.
Camina por la senda definida por las reglas, y acomódate al enemigo hasta que puedas librar una batalla decisiva.
Al principio, exhibe la timidez de una doncella, hasta que el enemigo te abra una puerta; después, emula la rapidez de una liebre, y ya será demasiado tarde para que el enemigo te haga frente.
XII. SOBRE EL USO DEL FUEGO
Sun Tzu dijo: Hay cinco maneras de atacar con fuego. La primera es quemar a los soldados en su campamento; la segunda es quemar los almacenes; la tercera es quemar los trenes de bagaje; la cuarta es quemar arsenales y depósitos; la quinta es lanzar fuego sobre el enemigo.
Para llevar a cabo un ataque, debemos tener los medios disponibles. El material para encender fuego siempre debe estar listo.
Hay una temporada adecuada para realizar ataques con fuego y días específicos para iniciar una conflagración.
La temporada adecuada es cuando el clima está muy seco; los días específicos son aquellos en los que la luna se encuentra en las constelaciones del Tamiz, la Muralla, el Ala o el Travesaño, ya que estos cuatro son días de viento ascendente.
Al atacar con fuego, uno debe estar preparado para enfrentarse a cinco situaciones:
(1) Cuando haya fuego dentro del campamento enemigo, responde de inmediato con un ataque desde el exterior.
(2) Si hay un incendio, pero los soldados enemigos permanecen tranquilos, espera tu momento y no ataques.
(3) Cuando la fuerza de las llamas alcance su máxima intensidad, ataca si es factible; si no, permanece donde estás.
(4) Si es posible atacar con fuego desde el exterior, no esperes a que surja un incendio en el interior. En cambio, lleva a cabo tu ataque en un momento favorable.
(5) Cuando inicies un incendio, sitúate a barlovento. No ataques desde sotavento.
Un viento que surge durante el día dura mucho tiempo, pero una brisa nocturna cae rápidamente.
En cada ejército, deben conocerse las cinco situaciones relacionadas con el fuego, calcularse los movimientos de las estrellas y vigilarse los días adecuados.
Por lo tanto, quienes usan el fuego como forma de ataque son inteligentes, y quienes usan el agua como forma de ataque obtienen una ventaja adicional.
Por medio del agua, un enemigo puede ser interceptado, pero no despojado de todas sus pertenencias.
Infeliz es el destino de aquel que intenta ganar batallas y tener éxito en sus ataques sin cultivar un espíritu de iniciativa; pues el resultado será una pérdida de tiempo y el estancamiento general.
De ahí el dicho: El gobernante inteligente traza sus planes con antelación; el buen general cultiva sus recursos.
No te muevas a menos que veas una ventaja; no uses tus tropas a menos que haya algo que ganar; no luches a menos que la posición sea crítica.
Ningún gobernante debería enviar tropas al campo simplemente para satisfacer su enfado; ningún general debería librar una batalla simplemente por despecho.
Si es ventajoso, avanza; si no, quédate donde estás.
Con el tiempo, la ira puede transformarse en alegría; a la irritación puede suceder la satisfacción.
Un reino que ha sido destruido no puede volver a existir, así como los muertos no pueden ser devueltos a la vida.
Por lo tanto, el gobernante inteligente es prudente y el buen general es cauteloso. Esta es la manera de mantener la paz en un país y un ejército intacto.
XIII. SOBRE EL USO DE ESPÍAS
Sun Tzu dijo: Reunir un ejército de cien mil hombres y hacerlo marchar grandes distancias implica una pesada carga para el pueblo que agota los recursos del Estado. El gasto diario ascenderá a mil onzas de plata. Habrá conmoción dentro y fuera del país, y los hombres caerán exhaustos en los caminos. Hasta setecientas mil familias se verán impedidas en sus labores.
Los ejércitos enemigos pueden enfrentarse durante años, luchando por una victoria que se decide en un solo día. Siendo así, quedarse sin conocer la condición del enemigo para ahorrarse cien onzas de plata en honores y recompensas es el colmo de la inhumanidad.
Quien actúa de esta manera no es líder de hombres, ni es de ayuda para su soberano, ni es un maestro de la victoria.
Lo que permite al soberano sabio y al buen general golpear y conquistar, y lograr cosas más allá del alcance de los ciudadanos comunes, es el conocimiento previo.
Ahora bien, este conocimiento previo no puede obtenerse de los espíritus; no puede adquirirse inductivamente a partir de la experiencia, ni mediante cálculos deductivos.
El conocimiento de las disposiciones del enemigo solo puede obtenerse a través de otros hombres.
De ahí el uso de espías, de los cuales hay cinco clases: (1) Espías locales; (2) espías internos; (3) espías convertidos; (4) espías condenados; (5) espías supervivientes.
Cuando estas cinco clases de espías trabajan en conjunto, nadie puede descubrir el sistema secreto. A esto se le llama “la divina manipulación de los hilos”. Esta es la facultad más preciada del soberano.
Tener espías locales significa emplear los servicios de los habitantes de un distrito.
Tener espías internos implica hacer uso de oficiales del enemigo.
Tener espías convertidos significa capturar a los espías del enemigo y utilizarlos para nuestros propios propósitos.
Tener espías condenados implica realizar ciertas acciones abiertamente con fines de engaño, permitiendo que nuestros espías las conozcan y las informen al enemigo.
Los espías supervivientes, finalmente, son aquellos que regresan con noticias desde el campamento enemigo.
Por lo tanto, en todo el ejército, no deben mantenerse relaciones más íntimas que con los espías. Nadie debe ser recompensado más generosamente. En ninguna otra actividad debe preservarse mayor secreto.
Los espías no pueden ser empleados eficientemente sin una cierta sagacidad intuitiva.
No pueden ser manejados adecuadamente sin benevolencia y rectitud.
Sin una sutil ingeniosidad mental, no se puede estar seguro de la veracidad de sus informes.
¡Sé sutil! ¡Sé sutil! Y utiliza a tus espías para todo tipo de actividades.
Si un espía divulga una noticia secreta antes de tiempo, debe ser eliminado junto con el hombre al que se lo dijo.
Ya sea para aplastar un ejército, asaltar una ciudad o atacar a un individuo, siempre es necesario comenzar identificando los nombres de los asistentes, ayudantes de campo, porteros y centinelas del general enemigo. Nuestros espías deben ser enviados para obtener esta información.
Los espías del enemigo que han venido a espiarnos deben ser localizados, tentados con sobornos, alejados de su misión y alojados cómodamente. Así se transformarán en espías convertidos, y estarán a nuestro servicio.
Es gracias a la información traída por el espía convertido que podemos emplear espías locales e internos.
También es gracias a su información que podemos hacer que el espía condenado lleve noticias falsas al enemigo.
Por último, es gracias a su información que el espía superviviente puede ser usado en ciertas ocasiones.
El objetivo final del espionaje en sus cinco variedades es conocer al enemigo; y este conocimiento solo puede derivarse, en primera instancia, del espía convertido. Por ello, es esencial tratar al espía convertido con la máxima generosidad.
En el pasado, el ascenso de la dinastía Yin se debió a I Chih, quien había servido bajo la dinastía Hsia. Del mismo modo, el ascenso de la dinastía Chou se debió a Lu Ya, quien había servido bajo la dinastía Yin.
Solo el soberano ilustrado y el general sabio emplearán la inteligencia más elevada del ejército para fines de espionaje, logrando así grandes resultados. Los espías son un elemento de gran importancia en la guerra, porque de ellos depende la capacidad de movimiento de un ejército.
[1] El “Cielo” se refiere a los factores naturales y cósmicos que afectan la guerra, como el clima, las estaciones, el día y la noche. Incluye cualquier condición externa que influya en las operaciones militares.
La “Tierra” se refiere a las características físicas del terreno, como las distancias, la naturaleza, y las ventajas y desventajas que ofrece a los combatientes.
[2] El “li” es una unidad tradicional china de medida de distancia, equivalente a aproximadamente 500 metros en el sistema métrico moderno.
[3] Un “picul” es una unidad tradicional de peso en Asia, equivalente a aproximadamente 60 kilogramos en el sistema métrico.
[4] La expresión “cabello otoñal” se refiere al pelaje de una liebre, que es más fino en otoño, cuando empieza a crecer de nuevo.
[5] Yueh era un estado chino.
[6] El Emperador Amarillo, o Huangdi, es una figura legendaria y semimítica de la antigua China, considerado un gobernante sabio y un maestro de estrategias que simboliza la civilización y el liderazgo ideal.
[7] Chu se refiere a Chuan Chu, que fue un asesino del estado de Wu, conocido por infiltrar un banquete y matar al soberano Wang Liao en el año 515 a. C., ocultando un puñal en el vientre de un pescado. Aunque logró su misión, murió al instante a manos de la guardia real.
[8] Kuei se refiere a Ts’ao Kuei, un héroe del estado de Lu, famoso por tomar como rehén al duque de Qi en el año 681 a. C. durante una ceremonia, usando un puñal para negociar la restitución de territorios perdidos tras tres derrotas consecutivas. Su audaz acto llevó a la restauración completa de las tierras de Lu, gracias a la sabiduría de Kuan Chung, quien aconsejó al duque cumplir su palabra.
[9] Wu era un reino chino.